Estamos a mediados de agosto y la afluencia de peregrinos que recorren alguno de los Caminos de Santiago es máxima. Gente de todas partes y de todo tipo, por aquí y por allá. No podría establecer un perfil concreto que defina al peregrino tipo, un modelo de viajero más o menos normalizado. Y sin embargo todos tienen algo en común, algo que les hace iguales y que los identifica como tales.
El Camino ejerce de crisol, de fundidor de personas, de caracteres. Miles de experiencias distintas pero con un objetivo en común, con un destino único, Una definición gráfica bien podría ser la forma de un embudo: abierto, ancho y abundante en su inicio; estrecho, regular y ordenado en su otro extremo, en su final. Sin excepción alguna, todos los peregrinos pasan por la estrechez de ese embudo, todos acaban modelados en la misma forma aunque sus orígenes y sus caminos hayan sido distintos.
Se trata de un proceso de iniciación y de búsqueda, atribuible en teoría a una motivación de carácter religioso, aunque estaría más justificado por un reconocimiento de lo propio, por la necesidad de establecer un diálogo íntimo con todo aquello que intuimos que somos, pero que no llegamos a percibir como una realidad nítida de nuestra persona.
En el fondo, el Camino de Santiago no es más que un escenario con todos los elementos necesarios para desarrollar ese proceso de búsqueda y encuentro. Pero ¡qué escenario! Con grandiosos paisajes, multicolor, llenos de sensaciones múltiples y de elementos favorecedores para el encuentro, primero para la búsqueda y luego para el encuentro.
Y como si de actos se tratara, con cada etapa, los peregrinos van desarrollando su propio guión y escenificando su propia obra, convirtiendo la búsqueda en encuentro y en sorpresa por lo encontrado, en un proceso de transformación kafkiano, de inevitable metamorfosis.
Son muchos los elementos que el Camino de Santiago propone para escribir esos guiones, para rellenar esas páginas en blanco que deambulan por las veredas, por los albergues y por las plazas; que se reúnen junto a una fuente, junto a una piedra o un árbol, en torno a una chimenea o una mesa…
Elementos favorecedores para la búsqueda y que unifican ese carácter peregrino. Elementos visuales como el paisaje rural, los albergues, un montjoie; táctiles como la piedra, el musgo, las maderas; audibles como el murmullo de los arroyos, el movimiento de las hojas, el sonido de los pasos; gustativos como el pulpo a feira, la Torta de Santiago o el orujo; y por encima de todos, los elementos olfativos, los que más sellan en nuestra memoria y que más perduran en el tiempo: el olor a tierra mojada, a almendras dulces, a heno recién cortado, a penetrante incienso…
Estamos a mediados de agosto y 3Sens comienza su andadura en la ciudad de Santiago, inicia su propio camino. Un camino de búsqueda de aquellos elementos que definen un lugar a través de los sentidos, que tienen el poder de configurar una descripción nítida de una experiencia, de un viaje, de un recuerdo…
Esperemos que este viaje sea largo y lleno de emocionantes sensaciones para todos.